UN ARTÍCULO DE ANA MARIA GIL VALERA HACE UN ESTUDIO DEL PALACETE DE DON FABIO LLAMADO LA FUENTE DE LA HIGUERA
Todos conocemos el Palacete de la Fuente
de la Higuera o también Casa de Don Fabio, ya que su imponente figura en
el campo de Bullas siempre ha estado presente a lo largo de nuestra
vida. Siempre nos hemos preguntado qué hace un palacio tan magnífico en
ese estado de abandono, y ello, además, nos ha hecho imaginar numerosas
leyendas y suposiciones acerca de él. Pero, ¿cuál es la verdadera
historia? Yo me propongo en este artículo arrojar un poco de luz sobre
el misterio.
Empezaré hablando del original
propietario del palacete, Don Fabio Carreño Marsilla. Nació en el 1901 y
murió 77 años después. Se casó con Doña Irene Marín de Cuenca oriunda
de Cehegín, y emparentada con Don Blas Rafael Marsilla, propietario de
la conocida para nosotros Casa de Don Pepe. Fabio Carreño descendía por
parte de madre, Doña Juana, de la misma familia que Francisco Melgares
de Aguilar, quien compró la finca de la Fuente de la Higuera, por el año
1614, a Joaquín María Fernández de Córdoba, Conde de Sástago.
Originalmente y en ese año existía ya un edificio solariego en el mismo
sitio que el actual palacete.
Don Fabio era un erudito en lo respectivo
al arte y ese antiguo edificio siempre le provocó especial atención,
por lo que, cuando muere su padre en el 1920 y hereda la casa, se dedica
a recorrer España captando elementos arquitectónicos para reconstruir
el edificio. Su hija Rosario nos ha contado que su padre sentía un
especial cariño y tenía muchísimo capricho en esta casa. A su vuelta,
Don Fabio le entregó todos los apuntes a un arquitecto amigo suyo, del
cual se desconoce su nombre ya que el proyecto se empezó antes de la
apertura del Colegio de Arquitectos de Murcia, y por lo tanto no está
registrado. Sin duda consiguió lo que pretendía, y en 1925 terminó la
reconstrucción. Se esmeró en todos los detalles, desde cristales de
Bohemia, porcelanas de Sajonia, maderas nobles y mármoles de Carrara,
hasta la comodidad más avanzada de la época, instalando cuartos de aseo
con retrete, calefacción central y un sistema de aislamiento térmico en
las paredes. Eran también muy peculiares los formalismos exigidos al
servicio tanto en formas como en vestimenta, propios del siglo XV. Don
Fabio quería con esto recrear un pequeño paraíso para él, así que hizo
instalar numerosas fuentes, lagos artificiales y jardines frondosos y
muy verdes con cierto aire tropical, queriendo cautivar no solo la vista
sino también el olfato y el oído. Trajo además numerosos animales para
hacer más creíble ese oasis dentro de la aridez de nuestra tierra.
El palacio se enmarca en el estilo
arquitectónico denominado ecléctico pero centrándose en el neonazarí, un
estilo que predominó sobre todo en nuestra Región a finales del siglo
XIX y que se encuentra en edificios como el Casino de Murcia. Se dice
que Don Fabio intentó plasmar el estilo de ese edifico en el palacete.
El cuerpo de la escalera principal está
decorado con azulejos de estilo nazarí y acompañado por una baranda que
no hace sino aumentar ese vivo colorido con el que nos recibe el palacio
y que tanto nos recuerda al de los Baños de Archena. Además del
edificio principal, la casa tiene ampliaciones para las cuadras y las
viviendas del servicio permanente.
Con esto nos damos cuenta de la
importancia de Don Fabio, quien, como se suele decir, no era ningún
pelagatos. Participó activamente en la sociedad y en la política de
Bullas, siendo entusiasta y emprendedor pero muy religioso, lo que le
otorgaba cierto aire conservador.
No sólo le inspiraba un interés artístico
la construcción de la casa. Si calculamos bien, observamos que cuando
Don Fabio adquirió el edificio tenía 19 años, y como a cualquier joven
le gustaban sus noches de juerga. Una de ellas le llevó a tener la
primera disputa con su entonces prometida Doña Irene, lo que les llevó
al distanciamiento, propio de un matrimonio de conveniencia, que se
acrecentó después por las distintas ideas sobre los estudios de su hijo
mayor. Contrariamente a lo que cree mucha gente, la casa no fue un
regalo para su esposa por la boda sino, como hemos dicho antes, un sitio
para disfrutar de su independencia juvenil. Después de la boda, la casa
se convirtió en residencia de verano pero se utilizaba muy poco tiempo
al año ya que, desde esa disputa, Doña Irene pasaba el tiempo en la
mansión con desagrado e indiferencia. El servicio, sin embargo, se
mantenía todo el año, dándole trabajo a la gente de Bullas y La Copa.
En el 1936 se desata la Guerra Civil
española y con ella el odio a la clase aristocrática por su abuso de
poder. La familia Carreño tiene que huir de Bullas junto con muchas
otras familias adineradas, y la casa queda totalmente desprotegida
sirviendo de morada al Frente Popular y a otros grupos políticos durante
los años de la guerra y posguerra. Como pasaba frecuentemente en la
época, la pobreza y el analfabetismo no apreciaron su valor, y la casa
fue yendo a menos por el nulo cuidado que se le prestaba. Las fincas
lindantes fueron ocupadas por numerosos vecinos de Bullas y La Copa
cuando la única forma de sobrevivir era alimentándose de los propios
cultivos, estando el hambre asomando detrás de cualquier helada o
tormenta inoportuna.
Cuando la familia llegó a Bullas entre
finales de los 40 y principios de los 50, no tenía ni ganas ni dinero
para arreglar una casa de verano. Sin embargo, Don Fabio participó con
la Iglesia creando una beca para seminaristas con difícil situación
económica. De esas becas fue beneficiario Don Miguel Guirado Béjar,
sacerdote retirado al que le agradezco la información prestada y la
amabilidad con la que me atendió.
El matrimonio tuvo siete hijos, que son
por orden de nacimiento: Francisco, Amancio, Joaquín, Alfonso, Rosario,
Juan y José. Todos viven y han estudiado, menos la única hija. Francisco
y Amancio fueron agrónomos del Estado, siendo este último el encargado
del proyecto y la construcción del Pantano de Azud en Ojós. Joaquín,
Juan y José son abogados y Alfonso, farmacéutico ya retirado. Sin
embargo fue Rosario quien heredó el palacete y las fincas de alrededor.
Lo último que sabemos es que su hija
vendió la casa y las fincas que todavía conservaba a una multinacional
sueca que alimentó la esperanza durante algunos años recientes de la
restauración de la casa y la construcción de viviendas de lujo y un
campo de golf. Pero desde hace unos años no se sabe nada y se desconoce a
qué manos pertenece. A causa de esto, recientemente se ha vuelto a
despertar la atención sobre ella y ha sufrido una destrucción mayor,
siendo despojada de todo, hasta de la baranda de la entrada, y saqueadas
las numerosas vidrieras de colores de las ventanas y las esculturas
alegóricas.
Es una verdadera pena que la casa se
encuentre en este lamentable estado y que nadie se preocupe por
restaurarla, ya que otorgaría interés cultural a nuestro pueblo y, con
él, cierto prestigio. Esperemos que el Ayuntamiento de Bullas aprecie el
potencial del Palacete de la Fuente de la Higuera, conocido y
abandonado por todos, y le dedique un poco de su atención.
Por último, quiero agradecer a Juana, del
Archivo Municipal, la atenta e incondicional ayuda prestada, sin la que
no hubiera sido posible la elaboración de este artículo, dada la
desinformación generalizada que hay sobre el tema.
Yo sólo deseo que no nos pase como en esa
Guerra Civil que tanto odiamos, y que seamos capaces de apreciar la
cultura de verdad, dándole importancia a asuntos como este. Está en
nuestras manos.
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