jueves, 17 de mayo de 2012

FUENTE DE LA HIGUERA

 UN ARTÍCULO DE ANA MARIA GIL VALERA HACE UN ESTUDIO DEL PALACETE DE DON FABIO LLAMADO LA FUENTE DE LA HIGUERA

Todos conocemos el Palacete de la Fuente de la Higuera o también Casa de Don Fabio, ya que su imponente figura en el campo de Bullas siempre ha estado presente a lo largo de nuestra vida. Siempre  nos hemos preguntado qué hace un palacio tan magnífico en ese estado de abandono, y ello, además, nos ha hecho imaginar numerosas leyendas y suposiciones acerca de él. Pero, ¿cuál es la verdadera historia? Yo me propongo en este artículo arrojar un poco de  luz sobre el misterio.
Empezaré hablando del original propietario del palacete, Don Fabio Carreño Marsilla. Nació en el 1901 y murió 77 años después. Se casó con Doña Irene Marín de Cuenca oriunda de Cehegín, y emparentada con Don Blas Rafael Marsilla, propietario de la conocida para nosotros Casa de Don Pepe. Fabio Carreño descendía por parte de madre, Doña Juana, de la misma familia que Francisco Melgares de Aguilar, quien compró la finca de la Fuente de la Higuera, por el año 1614, a Joaquín María Fernández de Córdoba, Conde de Sástago. Originalmente y en ese año existía ya un edificio solariego en el mismo sitio que el actual palacete.
Don Fabio era un erudito en lo respectivo al arte y ese antiguo edificio siempre le provocó especial atención, por lo que, cuando muere su padre en el 1920 y hereda la casa, se dedica a recorrer  España captando elementos arquitectónicos para reconstruir el edificio. Su hija Rosario nos ha contado que su padre sentía un especial cariño y tenía muchísimo capricho en esta casa. A su vuelta, Don Fabio le entregó todos los apuntes a un arquitecto amigo suyo, del cual se desconoce su nombre ya que el proyecto se empezó antes de la apertura del Colegio de Arquitectos de Murcia, y por lo tanto no está registrado. Sin duda consiguió lo que pretendía, y  en 1925 terminó la reconstrucción. Se esmeró en todos los detalles, desde cristales de Bohemia, porcelanas de Sajonia, maderas nobles y mármoles de Carrara, hasta la comodidad más avanzada de la época, instalando cuartos de aseo con retrete, calefacción central y un sistema de aislamiento térmico en las paredes. Eran también muy peculiares los formalismos exigidos al servicio tanto en formas como en vestimenta, propios del siglo XV. Don Fabio quería con esto recrear un pequeño paraíso para él, así que hizo instalar numerosas fuentes, lagos artificiales y jardines frondosos y muy verdes con cierto aire tropical, queriendo cautivar no solo la vista sino también el olfato y el oído. Trajo además numerosos animales para hacer más creíble ese oasis dentro de la aridez de nuestra tierra.
El palacio se enmarca en el estilo arquitectónico denominado ecléctico pero centrándose en el neonazarí, un estilo que predominó sobre todo en nuestra Región a finales del siglo XIX y que se encuentra en edificios como el Casino de Murcia. Se dice que Don Fabio intentó plasmar el estilo de ese edifico en el palacete.
El cuerpo de la escalera principal está decorado con azulejos de estilo nazarí y acompañado por una baranda que no hace sino aumentar ese vivo colorido con el que nos recibe el palacio y que tanto nos recuerda al de los Baños de Archena. Además del edificio principal, la casa tiene ampliaciones para las cuadras y las viviendas del servicio permanente.
Con esto nos damos cuenta de la importancia de Don Fabio, quien, como se suele decir, no era ningún pelagatos. Participó activamente en la sociedad y en la política de Bullas, siendo entusiasta y emprendedor pero muy religioso, lo que le otorgaba cierto aire conservador.
No sólo le inspiraba un interés artístico la construcción de la casa. Si calculamos bien, observamos que cuando Don Fabio adquirió el edificio tenía 19 años, y como a cualquier joven le gustaban sus noches de juerga. Una de ellas le llevó a tener la primera disputa con su entonces prometida Doña Irene, lo que les llevó al distanciamiento, propio de un matrimonio de conveniencia,  que se acrecentó después por las distintas ideas sobre los estudios de su hijo mayor. Contrariamente a lo que cree mucha gente, la casa no fue un regalo para su esposa por la boda sino, como hemos dicho antes, un sitio para disfrutar de su independencia juvenil. Después de la boda, la casa se convirtió en residencia de verano pero se utilizaba muy poco tiempo al año ya que, desde esa disputa, Doña Irene pasaba el tiempo en la mansión con desagrado e indiferencia. El servicio, sin embargo, se mantenía todo el año, dándole trabajo a la gente de Bullas y La Copa.
En el 1936 se desata la Guerra Civil española y con ella el odio a la clase aristocrática por su abuso de poder. La familia Carreño tiene que huir de Bullas junto con muchas otras familias adineradas, y la casa queda totalmente desprotegida sirviendo de morada al Frente Popular y a otros grupos políticos durante los años de la guerra y posguerra. Como pasaba frecuentemente en la época, la pobreza y el analfabetismo no apreciaron su valor, y la casa fue yendo a menos por el nulo cuidado que se le prestaba. Las fincas lindantes fueron ocupadas por numerosos vecinos de  Bullas y La Copa cuando la única forma de sobrevivir era alimentándose de los propios cultivos, estando el hambre asomando detrás de cualquier helada o tormenta inoportuna.
Cuando la familia llegó a Bullas entre finales de los 40 y principios de los 50, no tenía ni ganas ni dinero para arreglar una casa de verano. Sin embargo, Don Fabio participó con la Iglesia creando una beca para seminaristas con difícil situación económica. De esas becas fue beneficiario Don Miguel Guirado Béjar, sacerdote retirado al que le agradezco la información prestada y la amabilidad con la que me atendió.
El matrimonio tuvo siete hijos, que son por orden de nacimiento: Francisco, Amancio, Joaquín, Alfonso, Rosario, Juan y José. Todos viven y han estudiado, menos la única hija. Francisco y Amancio fueron agrónomos del Estado, siendo este último el encargado del proyecto y la construcción del Pantano de Azud en Ojós. Joaquín, Juan y José son abogados y Alfonso, farmacéutico ya retirado. Sin embargo fue Rosario quien heredó el palacete y las fincas de alrededor.
Lo último que sabemos es que su hija vendió la casa y las fincas que todavía conservaba a una multinacional sueca que alimentó la esperanza durante algunos años recientes de la restauración de la casa y la construcción de viviendas de lujo y un campo de golf. Pero desde hace unos años no se sabe nada y se desconoce a qué manos pertenece. A causa de esto, recientemente se ha vuelto a despertar la atención sobre ella y ha sufrido una destrucción mayor, siendo despojada de todo, hasta de la baranda de la entrada, y saqueadas las numerosas vidrieras de colores de las ventanas y las esculturas alegóricas.
Es una verdadera pena que la casa se encuentre en este lamentable estado y que nadie se preocupe por restaurarla, ya que otorgaría interés cultural a nuestro pueblo y, con él, cierto prestigio. Esperemos que el Ayuntamiento de Bullas aprecie el potencial del Palacete de la Fuente de la Higuera, conocido y abandonado por todos, y le dedique un poco de su atención.
Por último, quiero agradecer a Juana, del Archivo Municipal, la atenta e incondicional ayuda prestada, sin la que no hubiera sido posible la elaboración de este artículo, dada la desinformación generalizada que hay sobre el tema.
Yo sólo deseo que no nos pase como en esa Guerra Civil que tanto odiamos, y que seamos capaces de apreciar la cultura de verdad, dándole importancia a asuntos como este. Está en nuestras manos.

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